Rita Levi-Montalcini (Turín, 22 de abril de 1909-Roma, 30 de diciembre de 2012) fue una neuróloga italiana. Descubrió el primer factor de crecimiento conocido en el sistema nervioso, investigación por la que obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1986, compartido con Stanley Cohen. Sus hallazgos han sido fundamentales para la comprensión de los mecanismos de control que regulan el crecimiento de las células.
En 1937, su carrera científica estuvo a punto de truncarse. Rita procedía, por la rama paterna, de una familia judía sefardí cuyas raíces estaban documentadas hasta el Imperio Romano. Se encontraba, pues, en la mirilla de «Il manifesto della Razza» de Mussolini, y de las consiguientes leyes que negaban a los judíos, entre otras cosas, el acceso a puestos de investigación. Ese mismo año se trasladó a Bélgica y trabajó como investigadora invitada en un instituto neurobiológico de Bruselas.
En 1940, ante la inminencia de la invasión de Bélgica por los alemanes, regresó a Turín con su familia. En su dormitorio instaló un pequeño laboratorio. Un artículo de Viktor Hamburger sobre los efectos de la extirpación de miembros en embriones de pollo le había servido de inspiración para estudiar el crecimiento de las fibras nerviosas en estos animales.
En septiembre de 1943 tuvo que huir de nuevo. En un pueblo al sur de Florencia ella y su familia sobrevivieron hasta el final de la guerra, con ayuda de amigos no judíos. El trabajo que desarrolló en estas condiciones tan precarias, sobre sustancias que hoy se conocen como factores neurotróficos, fue la base de gran parte de su investigación posterior.
Finalizada la guerra, volvió a Turín y a su trabajo en la Universidad. En 1947, Viktor Hamburger le ofreció un puesto de investigadora asociada en la Universidad de Washington en St. Louis, puesto que ella aceptó y en el que se mantuvo durante 30 años. Allí descubrió la proteína que liberan las células nerviosas y que atrae el crecimiento de las ramificaciones de las neuronas vecinas. En 1952 logró su resultado más relevante: aisló el «factor de crecimiento nervioso» (FCN, o NGF, de Neural Growth Factor), una sustancia liberada por el tumor que estimula el crecimiento de los nervios. En los años posteriores compaginó su labor en St. Louis, siendo ya catedrática, con otros puestos en Italia; puso en marcha y presidió varios laboratorios y centros de investigación en Roma.
En los años 1990, fue uno de los primeros investigadores que señalaron la importancia de los mastocitos para la patología humana. En esa misma década, identificó el compuesto endógeno palmitoiletanolamida como un importante modulador de estas células.
Su galardón más emblemático fue el premio Nobel de fisiología o medicina, con el que fue condecorada en 1986, pero recibió muchos otros honores, tanto científicos como relacionados con valores humanos; unos honorarios, otros muchos debidos a sus méritos. También ejerció cargos políticos, siempre honoríficos: en 2001 fue nombrada senadora vitalicia por el Presidente de la República Italiana Carlo Azeglio Ciampi.
El 22 de abril de 2009 se convirtió en la primera persona premiada con un Nobel que alcanzaba los 100 años de edad.
«A los cien años, tengo una mente que es superior a la que tenía a los 20, gracias a la experiencia.»
Un solo suceso enturbió, hasta cierto punto, su extraordinaria trayectoria como científica y persona volcada en objetivos humanitarios. El episodio está relacionado con la empresa farmacéutica italiana FIDIA, con la que Rita Levi-Montalcini colaboró contribuyendo a una mejor comprensión de los gangliósidos. En 1975, ella apoyó un fármaco de FIDIA basado en estas sustancias, obtenido a partir de tejidos nerviosos bovinos, y que algunos años más tarde tuvo efectos secundarios graves en unos pacientes, hasta el punto de tenerse que retirar el medicamento. Se acusó al Ministro de Sanidad de haber aceptado sobornos de FIDIA a cambio de acelerar el proceso de autorización, se criticó a la investigadora por haber colaborado con la empresa y se llegó a poner en duda la limpieza de la decisión de otorgarle el premio Nobel.
Pero dicho episodio quedaba ya muy lejos el 30 de diciembre de 2012, día de su fallecimiento en Roma a los 103 años, ocasión en la que los medios de comunicación de todo el mundo pusieron el acento en sus trabajos científicos a la vez que sus aportaciones humanas, en particular sus esfuerzos por contribuir a la formación de las jóvenes.
«Tras siglos de letargo, ahora las mujeres jóvenes pueden dirigir la vista a un futuro moldeado por sus propias manos.»
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