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Elfriede Jelinek, escritora, traductora, activista feminista austriaca, Nobel de Literatura en 2004.


Elfriede Jelinek (Mürzzuschlag, Estiria, 20 de octubre de 1946) es una novelista, poeta, dramaturga, ensayista, guionista, traductora y activista feminista austriaca, premio Nobel de Literatura en 2004.

De padre judío checo (el apellido Jelinek, significa "cervatillo" en checo) y madre vienesa de clase acomodada, era nieta de Emil Jellinek, un diplomático y empresario que ideó la marca de automóviles Mercedes.​ Perteneció al Partido Comunista Austriaco de 1974 a 1991, y gran parte de su trabajo se puede inscribir en la sofisticada tradición lingüista de la crítica social. Desde muy temprana edad aprendió música y estudió composición en el Conservatorio de Música de Viena. Tras diplomarse en 1964, realizó cursos de teatro e historia del arte, mientras continuaba con sus estudios musicales. Aclamada y controvertida, las obras de Jelinek se mueven entre la prosa y la poesía, e incluyen descripciones que van desde escenas teatrales a secuencias fílmicas. Décima mujer galardonada con el premio Nobel de Literatura, y segunda de nacionalidad austriaca, lo obtuvo en 2004 por «el flujo musical de voces y contravoces en sus novelas y obras de teatro».

Se hizo popular por su novela Las amantes (1975), que conquistó al público de lengua alemana. Otras obras suyas sobresalientes son las novelas Somos reclamos, baby (1970), Los excluidos (1980), La pianista (1983), que plasmó en el cine el director Michael Haneke en 2001, Deseo (1989), Los hijos de los muertos (1995) y Obsesión (2000); el libro de poemas Las sombras de Lisa (1967); las obras teatrales Lo que ocurrió después de que Nora abandonara a su marido o pilares de la sociedad (1979), Nubes. Hogar (1988), Una pieza deportiva (1998), La Central (2003)... Como sus compatriotas Elías Canetti y Thomas Bernhard ha repudiado a su país, al que reprocha seguir anclado en su pasado nazi. Considerada como una de las autoras contemporáneas de habla alemana más importantes, crea en sus novelas la imposibilidad de las mujeres de lograr una vida completa en un mundo donde son pintadas con imágenes estereotipadas. Ha traducido al alemán a autores estadounidenses, Thomas Pynchon entre ellos, y actualmente reside entre Viena y Múnich.

Temáticas y polémicas

Odio y admiración se reparten a partes iguales entre sus críticos y lectores. Sus obras han sido desde un comienzo un auténtico mazazo para la sociedad austriaca que, según Jelinek, está dominada por la hipocresía de la clase pequeño burguesa y no ha conseguido superar todavía su pasado nazi.​ Sus novelas y obras teatrales, consideradas una auténtica provocación por la derecha de su país, han sido calificadas como anti-arte o como pornografía roja. Basta recordar que durante la campaña electoral de 1995 el ultraderechista Jörg Haider hacía a su posible electorado la siguiente pregunta: «¿A usted le gusta Jelinek, o el arte y la cultura?».

Intervino activamente en la petición al gobierno de la liberación del asesino serial Jack Unterweger condenado a cadena perpetua por el asesinato de la joven alemana Margaret Schäfer, de 18 años. Esta reinserción a la sociedad conseguida por las presiones de Jelinek y otros miembros de la extrema izquierda del país llevó a la muerte de diez mujeres más en Estados Unidos y Europa a manos de Unterweger entre el 23 de mayo de 1990, día de su liberación y cancelación de condena de cadena perpetua, y el 27 de febrero de 1992, día de su detención por el FBI en Miami. Una gran parte de la sociedad austriaca acusa a Jenilek de tener las manos manchadas de sangre por su intercesión en la liberación de un reconocido asesino serial.

La crítica la ha calificado de feminista radical y ella se declara a gusto con esta etiqueta. El tres de mayo de 2004 en la Academia Lessing,​ Jelinek decía: «Nadie logrará hacerme renunciar a mis bromas estúpidas, a mi tono desengañado, ni siquiera por la fuerza; bueno, quizá por la fuerza. Cuando yo quiero decir algo, lo digo como quiero. Al menos quiero darme ese gusto, aunque no consiga nada más, aunque no logre ningún eco». El eco lo ha logrado, prueba de ello es el Nobel​ que recibió en 2004. Su instrumento de reivindicación es la escritura. Una escritura en la que su feminismo no aparece puesto en bandeja a los lectores bajo una óptica amable. Da la vuelta a los tópicos feministas más desgastados por el uso sin perder de vista la diferencia y desigualdad.

A dos días de serle concedido el Premio Nobel de Literatura de ese año, la Academia Sueca se vio envuelta en una polémica a raíz de la abrupta renuncia de uno de sus miembros, el prestigioso literato sueco Knut Ahnlund, en protesta por la distinción.

«El premio Nobel del año pasado no solo ha causado un daño irreparable a todas las fuerzas progresistas, sino que ha confundido la visión general de la literatura como arte», afirmó en aquel momento, y describió la obra como «una masa de texto sin el menor rastro de estructura artística», y se preguntó si los académicos habían leído alguno de sus veintitrés libros.

Según Jelinek, su postura está al lado de los oprimidos (que aparecen obsesivamente por sus novelas), entre ellos de la mujer. Considera que debe hacerse frente al caos de una sociedad patriarcal dominada por el sexo, que como elemento vertebrador parece ser tan solo productor de podredumbre. Y para ponerla de relieve nada mejor que llevar la situación hasta extremos casi insoportables donde los personajes parecen perder su naturaleza de humanos para ser bestias.

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