Gerda Hedwing Lerner (nombre de nacimiento: Gerda Hedwing Kronstein) (Viena, 30 de abril de 1920- Madison, 2 de enero de 2013) fue una historiadora nacida en Austria que desarrolló su trabajo en Estados Unidos. Además de sus numerosas publicaciones académicas, escribió poesía, ficción, piezas de teatro, guiones y una autobiografía. Pionera en la investigación sobre la historia de las mujeres fue considerada la principal autoridad en este tema en Estados Unidos. Lerner fue una de las fundadoras de la rama de Historia de las mujeres. En 1963, mientras estaba estudiando en la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales, impartió el curso “Grandes mujeres en la historia americana”, considerado como el primer curso universitario regular impartido en esta materia.
Impartió clases en la Universidad de Long Island desde 1965 hasta 1967. En la Universidad Sarah Lawrence, donde Lerner enseñó desde 1968 hasta 1979, estableció el primer máster en Historia de las mujeres, e introdujo el primer programa de doctorado sobre el tema en la Universidad de Wisconsin-Madison. También trabajó en la Universidad de Duke y en la Universidad de Columbia.
Su obra más conocida es "La creación del patriarcado" (1986).
Fue presidenta de la Organización de Historiadores de Estados Unidos entre 1980 y 1981, y en 1980 fue nombrada profesora de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde dio clases hasta retirarse en 1991.
Fue la primera hija de Llona (de soltera Neumann) y Robert Kronstein, una acaudalada familia judía. Su padre fue un farmacéutico y su madre artista. Gerda explica en su autobiografía que mantuvo con ella una relación conflictiva al observar el languidecer de su madre como ama de casa burguesa, desarrollando por primera vez la reflexión sobre la necesidad de observar la condición de la mujer en relación al hombre. Su madre no encontró satisfacción en el matrimonio y se retiró a una "habitación propia" donde se relacionaba con artistas, bailarines y escritores. Fue años más tarde, explicó, cuando entendió que nunca había encajando en la sociedad vienesa como una esposa y madre adecuadas y que fue en última instancia en la disposición de su madre a arriesgar su propia vida cuando Lerner reconoció lo crítico que era para las mujeres lograr la autorrealización a través de su trabajo vital.
Después de la anexión de Austria en 1938, Kronstein llegó a involucrarse con la resistencia Antinazi. Ella y su madre fueron encarceladas seis semanas mientras su padre escapaba a Liechtenstein.
Su familia pudo emigrar de Austria porque su padre había abierto una filial del negocio familiar en Liechtenstein, donde se asentó. Su madre se trasladó a Francia y su hermana se reubicó en Palestina. En 1939, Gerda emigró a Estados Unidos con el apoyo de la familia de su novio socialista, Bobby Jensen.
En Nueva York, Kronstein se casó con Jensen. Tuvo una variedad de trabajos como camarera, vendedora, oficinista y técnica de rayos X, mientras también escribía ficción y poesía. Publicó dos cuentos con relatos en primera persona de la anexión nazi de Austria.
Su matrimonio con Jensen estaba en crisis cuando conoció a Carl Lerner (1912–1973), un director de teatro miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos. Ambos establecieron residencia temporal en Nevada y obtuvieron el divorcios en Reno donde resultaba más fácil divorciarse que en otros estados. Kronstein y Lerner se casaron y se mudaron a Hollywood, donde Carl trabajó en el cine.
En 1946, Gerda Lerner ayudó a fundar el capítulo de Los Ángeles del Congress of American Women, una organización acusada en 1948, por el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de ser una organización comunista. Los Lerners participaron en actividades de Partido Comunista de Estados Unidos que incluían sindicalismo, derechos civiles y antimilitarismo y sufrieron bajo el auge del Macartismo en la década de 1950 la lista negra de Hollywood.
Regresaron a Nueva York y en 1951, Gerda Lerner colaboró con la poetisa Eve Merriam en el musical The Singing of Women. En 1955 publicó su novela No Farewell fue publicada en 1955. En Nueva York estudió en la New School for Social Research (Nueva Escuela de Investigación Social), donde se licenció en 1963.
En 1963, ofreció el primer curso universitario regular en la historia de las mujeres, que en ese momento no tenía estatus como campo de estudio en la academia.
Implicados en las diferentes luchas sociales, Gerda Lerner y su marido fueron coautores del guion de la película Black Like Me (1964), basada en el libro con el mismo nombre Black Like Me escrita por el periodista y activista antirracista John Howard Griffinen el que narra su experiencia durante seis semanas de viaje a través de pequeños pueblos y ciudades del sur profundo haciéndose pasar por un hombre negro. Carl Lerner dirigió la película, protagonizada por James Whitmore.
Lerner continuó con estudios de posgrado en la Universidad de Columbia, donde obtuvo el M.A. (1965) y el Ph.D. (1966) Su tesis doctoral fue publicada como The Grimke Sisters de South Carolina: Rebels Against Slavery (1967), un estudio sobre las hermanas Sarah Moore Grimké y Angelina Grimké, conocidas por ser las primeras activistas blancas que lucharon por la abolición de la esclavitud y por su lucha en la defensa de los derechos de las mujeres.
En 1966, Lerner fue en miembro fundadora de la Organización Nacional de Mujeres (NOW), y se desempeñó como líder local y nacional durante un corto período. En 1968, recibió su primera cita académica en el Sarah Lawrence College donde desarrolló un Programa de Maestría en Historia de la Mujer que se ofreció a partir de 1972; fue el primer título de posgrado estadounidense en este campo. Lerner también enseñó en la Universidad de Long Island en Brooklyn.
En las décadas de 1960 y 1970, Lerner publicó libros y artículos académicos que ayudaron a establecer la historia de las mujeres como campo de estudio reconocido. Su artículo de 1969 "The Lady and the Mill Girl: Changes in the Status of Women in the Age of Jackson" (La dama y la chica del molino: cambios en la situación de las mujeres en la era de Jackson) publicado en la revista American Studies, fue un ejemplo temprano e influyente de análisis de clase en la historia de las mujeres. Fue una de las primeras en aportar una lente conscientemente feminista al estudio de la historia.
En la década de los 70 publicó las antologías documentales Black Women in White America (1972) y The Female Experience (1976), que editó, junto con su colección de ensayos, The Majority Finds Its Past (1979).
En 1979, Lerner presidió el Instituto de Historia de la Mujer, un encuentro de quince días (del 13 al 29 de julio) celebrado en el Sarah Lawrence College, copatrocinado por la universidad, la Alianza de Acción de las Mujeres -fundada por Gloria Steinem, Brenda Feigen y Dorothy Pitman Hughey - y el Instituto Smithsoniano al que asistieron líderes de organizaciones nacionales defensoras de los derechos de las mujeres y niñas. Cuando los participantes del Instituto se enteraron del éxito de la Semana de la Historia de la Mujer celebrada en el condado de Sonoma, California, decidieron iniciar conmemoraciones similares en sus propias organizaciones, comunidades y distritos escolares. También acordaron apoyar la celebración de una "Semana Nacional de Historia de la Mujer". Esto ayudó a impulsar la celebración a nivel nacional el Mes de la Historia de la Mujer que todavía se mantiene.
En 1980, Lerner se trasladó a la Universidad de Wisconsin en Madison, donde estableció el primer programa de doctorado de la nación en historia de las mujeres. En esta institución, escribió La creación del patriarcado (1986), La creación de la conciencia feminista (1993), partes uno y dos de Mujeres e historia; Why History Matters (1997) y su autobiografía Fireweed: A Political Autobiography (2002).
De 1981 a 1982, Lerner presidió la Organización de Historiadores de Estados Unidos. Como directora educativa de la organización, ayudó a hacer accesible la historia de las mujeres a las líderes de las organizaciones de mujeres y a profesorado de secundaria.
Gerda Lerner fue una de las historiadoras que primero se interesó por el estudio del origen del patriarcado. En 1986 escribió una de sus obras de referencia La Creación del Patriarcado (The Creation of Patriarchy, 1986), volumen I de Mujeres e Historia.
La institucionalización del dominio masculino sobre mujeres, niños/as en la familia y la extensión del dominio masculino sobre las mujeres es general (...) los hombres ostentan el poder en todas las instituciones importantes de la sociedad y que las mujeres son privadas de acceso a ese poder. No implica que las mujeres carezcan totalmente de poder ni que estén privadas de derechos, influencias y recursos.
Gerda Lener. The Creation of Patriarchy. Oxford University Press. 1986. p. 239
Lerner elabora como hipótesis de la aparición del patriarcado entre los años 3.100 a C. y 600 a.C. en Próximo Oriente. Considera que la unidad social básica es la formada por las madres y las criaturas y que debido a la necesidad de supervivencia de la especie por el elevado índice de mortalidad surge la primera división del trabajo: las mujeres se especializan en actividades que puedan combinarse con la crianza y los hombres se dedican a la caza mayor y la defensa del grupo.
Con el paso del tiempo se desarrolla la agricultura, junto con la influencia de los hombres más ancianos y el interés de los grupos humanos por las mujeres dado que ellas, y la descendencia eran indispensables en el proceso de producción. Los hombres comenzarán a controlar la reproducción femenina y a gestionar el excedente agrícola y todo aquella que procedía de las guerras. Debido a que los varones disfrutaban de mayor tiempo de ocio, señala Gerda Lerner, pudieron desarrollar oficios nuevos y rituales que les diesen más poder.
En el libro traza los orígenes de la dominación patriarcal desde la prehistoria y aporta evidencia histórica, arqueológica, literaria y artística para sostener la idea de que el patriarcado es una creación cultural. En dicha obra, la autora desarrolla las siguientes propuestas principales, basándose en estudios del Próximo Oriente:
La subordinación de la sexualidad femenina, como medio de producción poblacional, precedió a la institucionalización y generalización de la propiedad privada. Por tanto, la emancipación de la mujer, desde un punto de vista histórico marxista, no puede quedar supeditada a la abolición de la propiedad privada, sino que debe situarse en la centralidad del juego político.
Existe una relación clara entre la aparición del estado y el patriarcado.
La subordinación femenina dentro de los primeros grupos sociales patriarcales sirvió de modelo para la institucionalización de la esclavitud. Las primeras esclavas de guerra fueron principalmente mujeres, procedentes de las poblaciones vencidas. La ampliación de la esclavitud a los hombres se produjo con posterioridad.
Los estados, mediante la creación de diferentes códigos jurídicos, reforzarían el control patriarcal sobre la sexualidad femenina.
Dentro del colectivo masculino, la pertenencia a una clase social determinada ha dependido del acceso a los medios de producción. Sin embargo, dentro del colectivo femenino, la pertenencia a una clase social determinada ha dependido de la sumisión sexual hacia el colectivo masculino. Para ello, se han articulado herramientas diversas que abarcan desde el matrimonio burgués, hasta la prostitución, pasando por el concubinato, dando lugar a una división clasista entre mujeres respetables y no respetables.
Los cambios en la superestructura ideológica, que acompañaron a las modificaciones en las condiciones económico-sociales de las mujeres, se produjeron mucho después y de forma progresiva. Estos cambios significaron la caída de la Diosa Madre y el surgimiento de un monoteísmo patriarcal, atravesando etapas de politeísmo en las que las diosas fueron perdiendo poder dentro de sus respectivas teogonías.
Primeramente, la función de controlar la fertilidad dejará de depender exclusivamente de la Diosa Madre, entrando en juego figuras masculinas, tanto divinas como reales. La función procreadora quedará separada de la actividad sexual. La Diosa Madre se convertirá en consorte del principal dios masculino.
Con el monoteísmo hebreo, un nuevo Dios omnipresente y todopoderoso se apropiará no solo de la capacidad creadora, sino también de la función femenina de procreación. La sexualidad femenina, más allá de las funciones reproductivas, quedará demonizada.
La alianza entre Dios y la comunidad de creyentes será una alianza masculina y patriarcal. Las mujeres quedarán física y simbólicamente excluidas, pudiendo solo participar a través de su papel como madres.
Finalmente, a la metáfora hebrea se sumará la filosofía sexista aristotélica. De esta forma, filosofía y religión conformarán una alianza machista, consolidando el patriarcado occidental. La subordinación femenina quedará naturalizada y, por tanto invisibilizada.